sábado, 3 de febrero de 2007

Las gotas de mis manos I

I
Aquí,
una gota de sal,

un beso de arena,

una caricia de piedra

y tú...


II
En este placebo
de mi pluma,
la realidad
se tiñe
de sangre y vino.


III
De un ojo sin párpado,
una lágrima de tiempo
se desliza...se escurre...
se cae...
se siembra
en tierra que se cimbra
de gotas iguales,
de tiempos ajenos,
lejos de los sentimientos
del hombre
y de ti.


IV
Demasiados murmullos,
cántaros de palabras,
no entiendo,
no las oigo.
Acosan, intimidan;
saetas volando,
escudo de papel,
lanza de tinta...
una idea en la espada.


V
Enrolla tu lengua
palabra maldita;
escupe veneno en otra mano,
deja la mía volando,
que mi espíritu
no es cosa que se encierre
entre renglones,
ni se amarre con tintura.


VI
Y te dejé libre...letra,
has conmigo lo que quieras,
pero no me dejes,
con sombra de estrellas
ni con polvos zodiacales;
quede yo con lo único
que tuve antes de ti...
mi alma,
que mi alma se vuelva palabra,
la palabra, tiempo,
el tiempo, aire,
el aire...nada.


VII
Sembré mis manos
en la arena
y reventaron como semillas de centeno.
Así pude sentir el corazón de la tierra
que goza y duele.

Eché raíces al cielo
que abrazaron a la virgen
de eterno romero;
bebieron del celeste cántaro
y regresaron lanzados
por el arco del centauro,
para clavarse en mi espalda.

Rompieron mi columna
y mi pulso.
Solo así entendí
que soy hombre.


VIII
El tiempo tiempo...tiempo...tiempo...
se encaja encaja...encaja...encaja...
en las manos las manos...las manos...las manos...
del muerto del muerto...del muerto...del muerto...

El muerto el muerto...el muerto...el muerto...
se encaja encaja...encaja...encaja...
el tiempo tiempo...tiempo...tiempo...
en las manos las manos...las manos...las manos...


IX
¡Malhaya!
Torrente vivo.
¡Malhaya!
Tu que juegas conmigo.
¡Malhaya!
Quién como tú,
que mueles mis sentidos.
¡Malhaya!
...amor...
¡Conviérteme en cenizas!
¡No dejes con la herida de dardos y saetas!
¡Malhaya, quién como tú!
¿Quién como tu?


X
Y dijo: - ¡Hágase la luz!
y nació tu estrella
roja...
viva...
enervante...
de cardo.


XI
Mi mano hizo consciente
tu cuerpo.
Desapareciste
y el después
fue solo un sueño.


XII
Semilla
convertida en mujer
sin ser manzana
ni discordia.

Engendras más que vida,
sueño.
filtrada en carne y mente
a través de siglos.
Corazón, piedra.
Alma, nube.


XIII
Encontré a la luna
escondida llorando
dentro de una montaña.

Dijo que te había visto
cruzar el río descalza;
que las piedras lloraban
tus penas.

Que dejabas
sembrados
avellanos
en cada uno
de tus pasos,
arrastrados por el desierto.

Que tus manos
no dejaban
de tejerle
con las nubes
una cobija al sol.


Que el maple
guarda sigiloso
tu corazón
parido
de llagas,
de caliente amor.


XIV
Una llama
congela unos labios,
ahogando el grito de sabios.
Unos ojos velan
el paso de sombras añejas;
avanzando en el tiempo
que retrocede hacía adelante.

Subo a los torreones
hechos de humo de copal;
veo volar los pensamientos,
huir de sus encefálicos encierros
y cantar en eco un grito de libertad.

Comprendo esa libertad,
que mis huellas húmedas
expresan lo no dicho,
lo no escrito,
lo no vivo...lo no muerto.

Solo encuentro un pasado inaniciente,
que su hambre
nunca sacia con el presente
y que prepara su afilado colmillo,
el tiempo,
para desgarrar este futuro inocente
siempre venidero.

El frío
derrite unos labios
liberando el grito de sabios.
Unos ojos vuelan
con los pasos de sombras añejas
frenando en el tiempo
que retrocede hacia delante.


XV
Lágrima natal
del pensamiento perdido,
obsesivo, lascivo, continuo.
Continúo arrasando
las marcas duales de pieles centenarias.

Centenas de recuerdos.
Recuerdo lo frío del tiempo,
que muerto
encuentro.

Sostengo radiantes
los ojos electrizantes
de sombras
humanamente boreales.

Retengo imposibles,
impasibles
segundos líquidos,
de minutos acuosos,
de inmensos, eternos, etéreos
instantes arenales.

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